En México el Día de Muertos es una de las celebraciones más importantes y vibrantes, llena de simbolismo, color y profundo respeto por los que ya no están. En los últimos años, los alebrijes comenzaron a ser asociados con esta festividad, enriqueciendo la celebración con su magia y misticismo. Aunque no son parte del simbolismo tradicional de la festividad, han encontrado su lugar como compañeros espirituales en la conexión entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
Guías del Mundo de los Muertos
Una de las razones por las que los alebrijes han sido vinculados con el Día de Muertos es por su interpretación moderna como guías espirituales. En la festividad, se cree que los espíritus de los seres queridos regresan del más allá para visitar a sus familiares. En este contexto, los alebrijes han sido representados como esos seres mágicos que guían a las almas a través del inframundo para encontrar el camino de vuelta al mundo de los vivos. Aunque esta idea no forma parte de la tradición ancestral del Día de Muertos, ha ganado popularidad, sobre todo gracias a la película Coco, donde los alebrijes aparecen como “espíritus guía” que ayudan a los personajes en su viaje por el inframundo. Tanto los alebrijes como el Día de Muertos comparten una filosofía similar: celebrar la vida después de la muerte. En ambas tradiciones, se rechaza el miedo a la muerte, y en su lugar, se le da un lugar especial en el ciclo de la vida. Mientras que el Día de Muertos honra la memoria de los fallecidos con altares llenos de ofrendas, flores de cempasúchil y colores vibrantes, los alebrijes representan esa misma alegría y vivacidad, pero desde el mundo imaginario.
Ambos elementos —la festividad y los alebrijes— nos recuerdan que la muerte no es el final, sino una transformación, y que, incluso en lo desconocido, hay belleza, color y vida. Hay algo que destaca tanto en los alebrijes como en el Día de Muertos, es el color. Para los
mexicanos, la muerte no es un tema oscuro y sombrío, sino una parte de la vida que se celebra con alegría, música y flores brillantes. Los alebrijes, con sus tonos llamativos y patrones extravagantes, complementan perfectamente la estética de esta festividad, donde las calaveras
de azúcar y las flores de cempasúchil llenan las calles y los altares.
En este sentido, los alebrijes son una extensión natural de la filosofía del Día de Muertos:
celebrar la vida en todas sus formas, incluso en su transición a lo desconocido